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lunes, 2 de mayo de 2011

El sueño y los sueños. ALLAN KARDEC




El Espíritu encarnado ¿permanece de buena gana en su
envoltura corporal?
- Es como si preguntaras si al preso le agrada estar en la cárcel.
El Espíritu encarnado aspira sin tregua a liberarse, y cuanto más
grosera es la envoltura, tanto más desea deshacerse de ella.

Durante el sueño ¿descansa el alma tanto como el cuerpo?
- No. El Espíritu nunca está inactivo. En el transcurso del
sueño, los vínculos que le unen al cuerpo se relajan, y no teniendo el
cuerpo ya necesidad de él, el Espíritu recorre el espacio y entra en
relación más directa con los otros Espíritus.

¿Cómo podemos evaluar la libertad del Espíritu durante el
sueño?
- Por los sueños. Convéncete de que cuando el cuerpo reposa
el Espíritu posee más facultades que durante la vigilia. Tiene la
memoria del pasado y, en ocasiones, la previsión del porvenir.
Adquiere más poder y puede entrar en comunicación con los otros
Espíritus, ya sea en este mundo o bien en otro. Con frecuencia dices:
“He tenido un sueño extravagante y horroroso, pero que no poseía
ninguna verosimilitud”. Y te engañas, porque muchas veces es un
sueño en el que aparecen los lugares y cosas que has visto o verás en
otra vida o en otro momento. Hallándose adormecido el cuerpo, el
Espíritu trata de quebrar su cadena para indagar en el pasado o en el
porvenir.
¡Pobres hombres, que tan poco conocéis los fenómenos más
ordinarios de la vida! Creéis ser muy sabios y las cosas más vulgares
os confunden. Ante las preguntas que todos los niños formulan:
“¿Qué hacemos cuando dormimos? ¿Qué son los sueños?”,
permanecéis perplejos.
El sueño libera, en parte, al alma del cuerpo. Al dormir nos
hallamos momentáneamente en el estado en que uno se encuentra en

forma permanente después de la muerte. Los Espíritus que al
desencarnar se desprenden pronto de la materia han tenido en vida
sueños lúcidos. Cuando dormían, se sumaban a la sociedad de los
otros seres, superiores a ellos. Viajaban, conversaban y se instruían
con ellos. Incluso trabajaban en tareas que al morir encontraron
concluidas. Esto debe enseñaros una vez más a no temer la muerte,
puesto que morís un poco todos los días, según la expresión de un
santo.
Esto se refiere a los Espíritus elevados, porque el común de los
hombres, que a su muerte deben permanecer largas horas en la
turbación, en esa incertidumbre de que os han hablado, se marchan a
mundos inferiores a la Tierra, adonde antiguos afectos los reclaman,
o bien van a buscar placeres quizá todavía más bajos que los que
aquí tenían, aprendiendo doctrinas incluso más viles, innobles y
perjudiciales que las que profesaban en medio de vosotros. Y lo que
engendra la simpatía en la Tierra no es otra cosa que el hecho de
sentirnos, al despertar, unidos por el corazón a aquellos con quienes
acabamos de pasar ocho o nueve horas de felicidad o de placer. Lo
que explica asimismo esas antipatías invencibles que a veces
experimentamos, es que sabemos en el fondo de nuestro corazón que
determinadas personas tienen una conciencia diferente a la nuestra,
porque ya las conocemos sin haberlas visto jamás con nuestros
propios ojos. Y esto es lo que inclusive explica nuestra indiferencia,
puesto que no tratamos de hacer nuevos amigos cuando sabemos que
tenemos otros que nos aman y reconfortan. En pocas palabras: el
sueño influye en vuestra vida más de lo que pensáis.
Por efecto del sueño los Espíritus encarnados están siempre en
relación con el Mundo de los Espíritus, y es esto lo que hace que los
Espíritus superiores consientan, sin demasiada repulsa, en encarnar
entre vosotros. Dios ha querido que durante su contacto con el vicio
puedan ir a revigorizarse a la fuente del bien, para no flaquear ellos
mismos, que venían para instruir a los demás. El sueño es la puerta
que Dios les ha abierto hacia sus amigos del cielo. Constituye la
recreación después del trabajo, mientras esperan la gran liberación, la
liberación postrera que debe devolverlos a su verdadero medio.
El sueño es el recuerdo de lo que vuestro Espíritu vio mientras
dormíais. Pero notad que no en todos lo casos soñáis, porque no os
acordáis siempre de lo que habéis visto, o de todo lo que visteis. El
recuerdo no os muestra al alma en todo su desarrollo. A menudo sólo
recordáis la turbación que acompaña a vuestra partida o reingreso, a

lo que se agrega la memoria de lo que habéis hecho o de lo que os
preocupa en estado de vigilia. A no ser por esto, ¿cómo explicaríais
esos sueños absurdos, que tanto los más sabios como los más simples
suelen tener? Los malos Espíritus se sirven también de los sueños
para atormentar a las almas débiles y pusilánimes.
Por lo demás, veréis dentro de poco surgir otra clase de
sueños. Es tan antigua como la de que vosotros conocéis, pero lo
ignoráis. El sueño de Juana, el de Jacob, el de los profetas judíos y de
algunos adivinos hindúes: ese sueño es el recuerdo del alma
desprendida por completo del cuerpo, el recuerdo de esa segunda
vida de que os hablaba yo hace poco.
Poned mucha atención para distinguir esas dos especies de
sueños entre aquellos que recordáis. De no hacerlo, incurriríais en
contradicciones y errores que resultarían funestos para vuestra fe.
Los sueños son el producto de la emancipación del alma,
que se torna más independiente debido a la suspensión de la vida
activa y de relación. De ahí una especie de clarividencia
indefinida que se extiende hasta los lugares más distantes o que
nunca se vieron, y a veces inclusive a otros mundos. De ahí
también el recuerdo que vuelve a traer a la memoria los
acontecimientos verificados en la vida actual o en las anteriores.
Lo extraño de las imágenes de lo que acontece o aconteció en
mundos desconocidos, entremezcladas con cosas del mundo
presente, integran esos conjuntos extravagantes y confusos que
parecieran no tener sentido ni relación.
La incoherencia de los sueños se explica aun por las
lagunas que produce el recuerdo incompleto de aquello que se
nos apareció en el transcurso del sueño. Tal como un relato al
que se hubiera quitado al azar frases o trozos de ellas: al reunir
los fragmentos restantes perderían todo razonable significado.

¿Por qué no recordamos siempre los sueños?
- En lo que tú llamas el dormir hay sólo el descanso del
cuerpo, por cuanto el Espíritu está siempre en movimiento. En el
transcurso del sueño recobra parte de su libertad y alterna con
aquellos a quienes ama, ya sea en este mundo o bien en otros. Pero,
como el cuerpo es una materia pesada y grosera, conserva con
dificultad las impresiones que ha recibido del Espíritu, porque el
Espíritu no las percibió por intermedio de los órganos corporales.

¿Qué pensar del significado que a los sueños se atribuye?
- Los sueños no son en modo alguno verdaderos, como lo
entienden los decidores de la buenaventura, porque es absurdo creer
que soñar con tal cosa anuncia que ocurrirá tal otra. Son verdaderos,
en el sentido de que presentan imágenes reales para el Espíritu, pero
que a menudo no tienen relación con lo que sucede en la vida
corporal. Con frecuencia también, conforme hemos dicho ya, el
sueño es un recuerdo. Y por último, puede ser en ocasiones un
presentimiento del porvenir, si Dios lo permite, o la visión de lo que
está aconteciendo en ese instante en otro lugar, adonde el alma se
traslada. ¿No tenéis numerosos ejemplos de personas que se aparecen
en sueños y advierten a sus parientes o amigos de lo que les sucede?
¿Qué son esas apariciones, sino el alma o Espíritu de tales personas
que acuden a comunicarse con el vuestro? Cuando adquirís la
certidumbre de que lo que habéis visto ha tenido lugar en la realidad,
¿no es ésta una prueba de que la imaginación no ha intervenido en
nada en el fenómeno, sobre todo si eso no estaba en modo alguno en
vuestra mente durante el estado de vigilia?

Muchas veces vemos en sueños cosas que parecen
presentimientos y que después no se cumplen. ¿A qué se debe esto?
- Pueden cumplirse para el Espíritu, si no es para el cuerpo,
vale decir que el Espíritu ve la cosa que desea porque va en su
búsqueda. No hay que olvidar que durante el sueño el alma se halla
siempre más o menos bajo la influencia de la materia y que, en
consecuencia, no se libera nunca por entero de las ideas terrenales.
De lo que resulta que las preocupaciones de la vigilia pueden otorgar
a aquello que se ve la apariencia de lo que se desea o de lo que se
teme: es ese, en verdad, lo que se puede denominar un efecto de la
imaginación. Cuando nos hallamos muy preocupados por una idea,
relacionamos con ella todo lo que estamos viendo.

Si vemos en sueños a personas vivientes, a la que conocemos
muy bien, realizando actos en los que no piensan ellas en manera
alguna, ¿es ese un efecto de pura imaginación?
- “En los que no piensan ellas en manera alguna”: ¿qué sabes
tú? Sus Espíritus pueden venir a visitar al tuyo, como el tuyo puede
visitar al de ellas, y tú no conoces siempre en qué están pensando.
Además, frecuentemente también aplicáis a personas que conocéis, y
esto según vuestros propios deseos, lo que ha sucedido o sucede en
otras existencias.


El sueño completo ¿es necesario para la emancipación del
Espíritu?
- No. El Espíritu recupera su libertad cuando los sentidos se
adormecen. Aprovecha, para emanciparse, todos los instantes de
respiro que el cuerpo le concede. Tan pronto como hay postración de
las energías vitales, el Espíritu se desprende, y cuanto más débil es el
cuerpo, tanto más libre se halla el Espíritu.
Así pues, la somnolencia, o un simple aletargamiento de los
sentidos, presenta en muchos casos las mismas imágenes que el
sueño.

En ocasiones nos parece escuchar en nuestro fuero interno
palabras pronunciadas con claridad y que no tienen relación alguna
con lo que nos preocupa. ¿A qué se debe esto?
- En efecto, y hasta frases enteras, sobre todo cuando los
sentidos comienzan a aletargarse. A veces es un eco débil procedente
de un Espíritu que quiere comunicarse contigo.

A menudo, en un estado que no llega a ser aún el de
somnolencia, cuando permanecemos con los ojos cerrados vemos
imágenes netas, figuras cuyos más pequeños detalles captamos. ¿Es
efecto de una visión, o simplemente producto de la imaginación?
- Una vez aletargado el cuerpo, el Espíritu intenta romper su
cadena. Se traslada y ve. Si se estuviera dormido por completo, sería
entonces un sueño.

En ocasiones tenemos, durante el sueño o el adormecimiento,
ideas que parecen muy buenas, y que a pesar de los esfuerzos que
hacemos para recordarlas, se borran de nuestra memoria. ¿De dónde
provienen tales ideas?
- Son el resultado de la libertad del Espíritu, que se emancipa y
disfruta de más facultades en ese momento. Suelen ser casi siempre
consejos que dan otros Espíritus.
 ¿De qué sirven esas ideas y consejos, puesto que perdemos su
recuerdo y no podemos, por tanto, aprovecharlos?
- Tales ideas pertenecen a veces más al Mundo de los Espíritus
que al corporal. Pero casi siempre, si el cuerpo olvida el Espíritu
recuerda, y la idea vuelve en el instante preciso como una inspiración
momentánea.

El Espíritu encarnado, en los instantes en que se halla
desprendido de la materia y obra como Espíritu, ¿sabe cuándo
morirá?
- Muchas veces lo presiente. En ocasiones tiene de ello muy
clara conciencia, y es esto lo que en estado de vigilia la da la
intuición del hecho. De ahí procede que ciertas personas prevean a
veces su muerte con gran exactitud.

La actividad del Espíritu durante el descanso o el sueño del
cuerpo ¿puede ocasionar fatiga a éste?
- Sí, por cuanto el Espíritu se encuentra ligado al cuerpo, como
el globo cautivo lo está al poste. Ahora bien, así como las sacudidas
del globo aflojan el poste, la actividad del Espíritu reacciona sobre el
cuerpo y puede producirle cansancio.

Extracto de "EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS Alan Kardec
descarga directa libro: http://www.dominiopublico.org.es/libros/Allan_Kardec/Allan%20Kardec%20-%20El%20Libro%20de%20los%20Esp%C3%ADritus.pdf


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