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lunes, 2 de mayo de 2011

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS (Allan Kardec):El trabajo nos ayuda a la evolución intelectual y espiritual.


Allan Kardec
 Biography (1804-1869) - bibliography, free ebooks




 El Espiritismo no encara,  el trabajo como “una condena”, sino como una necesidad de la evolución humana y de la evolución terrenal. Trabajar no es sufrir, sino progresar,
desarrollarse, conquistar la felicidad. La diferencia estriba en que, para los marxistas, la
dicha se encuentra en los productos naturales del trabajo en la Tierra, en tanto que para
los espíritas, además de los lucros inmediatos de este mundo, el trabajo proporciona
también los provechos de la evolución espiritual. Por eso, no basta con proporcionar
trabajo al hombre: es preciso asimismo impartirle una educación moral, vale decir, una
orientación espiritual, para que pueda extraer de su tarea todos los beneficios que ésta
puede otorgarle. Un mundo socialista, de trabajo y abundancia para todos pero sin
perspectivas espirituales, sería tan vacío y tedioso como un mundo espiritual de
ociosidad, según el que prometen las religiones. El paraíso terrenal del marxismo
equivaldría al paraíso celestial de los beatos. El Espiritismo no acepta ni un extremo ni
el otro, poniendo las cosas en su justo lugar. 


La necesidad del trabajo ¿es una ley de la Naturaleza?
- El trabajo constituye una ley de la Naturaleza, por lo mismo
que es una necesidad, y la civilización obliga al hombre a más
trabajo, por cuanto aumenta sus necesidades y sus goces.


¿Sólo debemos entender por trabajo las ocupaciones
materiales?
- No: el Espíritu trabaja, como el cuerpo. Toda ocupación útil
es un trabajo.


¿Por qué el trabajo es impuesto al hombre?
- Es una consecuencia de su naturaleza corporal. Constituye
una expiación y al mismo tiempo un medio para perfeccionar su
intelecto. A no ser por el trabajo, el hombre permanecería en la
infancia de la inteligencia. Por eso sólo debe su alimento, seguridad
y bienestar a su trabajo y actividad. Al que es demasiado frágil de
cuerpo Dios le ha concedido la inteligencia para que supla con ella su
debilidad. Pero se trata siempre de un trabajo.


¿Por qué la Naturaleza provee por sí misma a todas las
necesidades de los animales?
- Todo trabaja en la Naturaleza. Los animales lo hacen como
tú, pero su tarea, del mismo modo que su inteligencia, se limita al
cuidado de su propia conservación. He aquí por qué a ellos el trabajo
no les reporta progreso, mientras que en el hombre tiene una doble
finalidad: la conservación del cuerpo y el desarrollo del pensamiento,
que es también una necesidad y que lo eleva por encima de sí mismo.
Cuando digo que la labor de los animales se limita al cuidado de su
propia conservación, entiendo con ello el fin que se proponen al
trabajar. Pero son ellos sin saberlo, y aun proveyendo a sus necesi-
dades materiales, agentes que secundan los designios del Creador, y
su tarea no deja por eso de cooperar al objetivo último de la
Naturaleza, aunque con harta frecuencia no descubráis vosotros su
resultado inmediato.


En los mundos más perfeccionados ¿está también sometido el
hombre a la misma necesidad del trabajo?
- La índole del trabajo es relativa a la naturaleza de las
necesidades. Cuanto menos materiales son éstas, tanto menos
material es el trabajo. Pero no creas por eso que el hombre
permanezca allí inactivo e inútil. La ociosidad sería un tormento en
vez de representar un beneficio.


El hombre que posee bienes suficientes para asegurar su
subsistencia ¿queda libre de la ley del trabajo?
- Del trabajo material, quizá sí, pero no de la obligación de
hacerse útil según sus posibilidades, de perfeccionar su inteligencia o
la de los demás, lo cual constituye asimismo un trabajo. Si el hombre
a quien Dios ha deparado bienes suficientes para asegurar su
subsistencia no está obligado a ganarse el pan con el sudor de su
frente, la obligación de ser útil al prójimo es tanto mayor para él
cuanto que la parte que le ha sido asignada de antemano le concede
más tiempo libre para hacer el bien.


¿No hay hombres que están impedidos de trabajar en cualquier
actividad y cuya existencia es inútil?
- Dios es justo. Sólo condena a aquel cuya vida es
voluntariamente inútil, porque ése vive a expensas del esfuerzo
ajeno. Él quiere que cada cual se torne útil con arreglo a sus
facultades. 




Limite del trabajo, descanso


Siendo una necesidad el descanso después del trabajo, ¿no es
una ley natural?
- Sin lugar a dudas, el reposo sirve para reparar las energías del
cuerpo, y es asimismo necesario para conceder un poco más de
libertad a la inteligencia, a fin de que ésta se eleve por encima de la
materia.


¿Cuál es el límite del trabajo?
- El límite de las fuerzas. Por lo demás, Dios deja libre al
hombre.


¿Qué pensar de aquellos que abusan de su autoridad para
imponer a sus subordinados un exceso de trabajo?
- Es ésa una de las peores acciones. Todo hombre que tenga el
poder de impartir órdenes es responsable del exceso de tarea que
imponga a sus subordinados, porque está transgrediendo la ley de
Dios. 


¿Le asiste al hombre el derecho al descanso en su vejez?
- Sí, sólo está obligado según sus fuerzas.
 Pero ¿qué recurso queda al anciano que, teniendo necesidad
de trabajar para vivir, no puede hacerlo?
- El fuerte debe trabajar para el débil. Si éste no posee familia,
la sociedad debe hacerse cargo de él. Es la ley de caridad.
No basta decir al hombre que tiene que trabajar, precisa
además que aquel que debe ganarse el sustento con su labor
encuentre ocupación, y es esto lo que no siempre sucede. Cuando
la falta de trabajo se generaliza, toma las proporciones de una
plaga, como la miseria. La ciencia económica busca remedio a
esto en el equilibrio entre producción y consumo, pero dicho
equilibrio, aun suponiendo que sea posible, tendrá siempre
intermitencias, y durante tales intervalos el trabajador debe
seguir viviendo. Un elemento hay que no se ha puesto suficien-
temente en la balanza, y sin el cual la ciencia económica no pasa
de ser una teoría: ese elemento es la educación. No la educación
intelectual, sino la educación moral. Ni tampoco aquella
educación moral que se obtiene por medio de los libros, sino la
que consiste en el arte de modelar caracteres, la que forma hábitos.
Porque la educación es el conjunto de los hábitos adquiridos. Si se
piensa en la masa de individuos que son arrojados a diario en el
torrente de la población, sin principios, sin frenos y librados a
sus propios instintos, ¿debemos asombrarnos de las desastrosas
consecuencias que de ello resultan? Cuando el arte de la
educación sea conocido, comprendido y llevado a la práctica, el
hombre incorporará al mundo hábitos de orden y de previsión,
para él mismo y para con los suyos, de respeto hacia lo respetable;
hábitos que le permitirán pasar con menos pena los malos días
inevitables. Desorden e imprevisión constituyen dos plagas que
sólo una educación bien entendida puede remediar. Tal es el
punto de partida, el elemento real del bienestar, la garantía de la

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