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lunes, 30 de mayo de 2011

DEFINICION DE LA RELIGIÓN M. K. Gandhi

 


Por religión no tiendo la religión formal o consuetudinaria sino la religión
que es el basamento de todas las religiones, la que nos lleva a
mirar frente a frente a nuestro Hacedor.


La religión debiera impregnar cada una de nuestras acciones.
 En este contexto, religión no significa sectarismo sino creer en un ordenado gobierno moral del universo. Ese orden no es menos real por ser
invisible. Esta religión trasciende el hinduismo, el islamismo, el cristianismo,
etc. Sin embargo, eso no quiere decir que los reemplace; por
el contrario, los armoniza y les da realidad.


Permitidme explicar lo que entiendo por religión. No se trata de la
religión hinduista, a la que sin duda estimo por sobre todas las otras
religiones, sino de la religión que trasciende al hinduismo: la que transforma nuestra naturaleza, la que nos une indisolublemente a la verdad cuya presencia y mediación purifican. Es el elemento permanente de la naturaleza humana, al que no resulta demasiado oneroso llevar a su
expresión completa. Ese elemento mantendrá al alma enteramente
desasosegada hasta el momento en que se encuentre a sí misma, conozca
a su Hacedor y aprecie la, verdadera correspondencia que existe
entre sí misma y el Hacedor.






Ningún hombre puede vivir sin religión. Hay algunos que en el
egotismo de su razón declaran que no tienen nada que ver con la religión.
Esto es como si un hombre dijera que respira pero que no tiene
nariz. Sea por la razón, por el instinto o por la superstición, los hombres
establecen alguna - suerte de rela-ción con lo divino. Incluso el
agnóstico o ateo más acabado admite la necesidad de un principio
moral y asocia algo bueno al hecho de observarlo y algo malo con su
no-observancia. Bradlaugh, cuyo ateismo es bien conocido, insistió
siempre en proclamar sus convicciones más profundas. Tuvo que sufrir
mucho por decir la verdad de ese modo, pero se deleitaba en ello, afirmando que la verdad lleva en sí su propia recompensa. Es evidente que
Bradlaugh no era completamente insensible a la16 alegría que se desprende de la observancia de la verdad. Sin embarga, esa alegría no es
enteramente mundana sino que brota de la comunión con lo divino. Tal
es la razón de que yo haya sostenido que aún el hombre que reniega de
la religión no puede vivir -y, de hecho, no vive- sin religión.

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