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lunes, 9 de mayo de 2011

El alma después de la muerte Parte 1 (ALLAN KARDEC)




¿En qué se transforma el alma en el instante de la muerte?

- Vuelve a ser Espíritu, vale decir, reingresa al Mundo de los
Espíritus, que temporariamente había dejado.

¿Conserva el alma su individualidad después de la muerte?

- Sí, jamás la pierde. ¿Qué sería si no la conservara?

 ¿Cómo comprueba el alma su individualidad, puesto que ya
no tiene cuerpo material?


- Posee todavía un fluido que le es propio, que toma de la
atmósfera de su planeta y que tiene la apariencia de su última
encarnación: su periespíritu.

¿No se lleva el alma nada de este mundo?


- Sólo el recuerdo, y el deseo de ir a un mundo mejor. Aquel
recuerdo está pleno de dulzura o de amargura, según sea el empleo
que haya hecho de la vida. Cuanto más pura es, mejor comprende la
futilidad de lo que en la Tierra ha dejado.

¿Qué pensar de la opinión de que, después de la muerte, el
alma vuelve a entrar en el todo universal?


- ¿Acaso el conjunto de los Espíritus no constituye un todo?
¿No son todo un mundo? Cuando te encuentras en una asamblea
formas parte integrante de ella, y sin embargo sigues teniendo tu
individualidad.

¿Qué prueba podemos obtener acerca de la individualidad del
alma después de la muerte?


- ¿No tenéis esa prueba mediante las comunicaciones que
lográis? Si no sois ciegos, veréis, y si no sois sordos, oiréis, porque
con sobrada frecuencia os habla una voz que os revela la existencia
de un Ser que está fuera de vosotros.

Los que piensan que con la muerte del cuerpo el alma
reingresa al todo universal están equivocados si con esto
entienden que, a la manera de una gota de agua que cae al mar,
aquélla pierde su individualidad. Pero se hallan en lo cierto si
entienden por el todo universal al conjunto de los Seres incorpóre-
os del que cada alma o Espíritu es un elemento.
Si las almas se confundieran con la masa no tendrían sino
cualidades del conjunto y nada las distinguiría a unas de otras.
No poseerían inteligencia ni cualidades propias, en tanto que, en
todas las comunicaciones mediúmnicas, denotan la conciencia del
yo y una voluntad distinta. La infinita diversidad que presentan,
desde todos los puntos de vista, es consecuencia misma de las
individualidades. Si después de la muerte sólo hubiera lo que se
llama Gran Todo, absorbiendo a la totalidad de las indivi-
dualidades, ese Todo sería uniforme y, por tanto, cuantas
comunicaciones se recibieron del Mundo Invisible resultarían
idénticas. Puesto que encontramos en ellas Seres buenos y malos,
sabios e ignorantes, venturosos y desdichados; que los hay de
todos los caracteres: alegres y tristes, frívolos y profundos,
etcétera, salta a la vista que se trata de Seres diferentes. La
individualidad se torna más ostensible todavía cuando dichos
Seres prueban su identidad por medio de indicios indiscutibles,
detalles personales relativos a su vida terrena y que se pueden
verificar. Y ya no es posible la duda cuando se manifiestan ellos a
la vista, durante las apariciones. La individualidad del alma se
nos enseñaba, en teoría, como un artículo de fe, pero el
Espiritismo la hace evidente y, en cierto modo, material.

¿En qué sentido se debe entender la vida eterna?


- Es la vida del Espíritu, el cual es eterno. La del cuerpo, en
cambio, es transitoria, pasajera. Cuando el cuerpo muere, el alma
regresa a la vida eterna.

 ¿No sería más exacto denominar vida eterna a la de los
Espíritus puros, aquellos que, habiendo alcanzado la suma
perfección, no han de sufrir más pruebas?

- Esa es más bien la dicha eterna. Pero se trata de una cuestión
de palabras. Llamad a las cosas como mejor os plazca, con tal que os
entendáis.

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