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sábado, 23 de julio de 2011

Espiritismo y espiritualidad




La mayoría de las personas, viviendo la vida
atribulada de hoy, no está interesada en
los problemas fundamentales de la existencia.
Primero se preocupa por sus negocios,
por sus placeres, por sus problemas particulares.
Piensa que cuestiones como la «existencia de
Dios» y «la inmortalidad del alma» les corresponde
a los sacerdotes, a los ministros religiosos, a los
filósofos y a los teólogos.
Cuando todo anda bien en sus vidas, no se
acuerda de Dios, y cuando se acuerda, es apenas
para hacer una oración o ir a la iglesia, como
si tales actitudes fuesen simples obligaciones que
todos deben desembarazarse de una forma u
otra. La religión pasa a ser una mera formalidad
social, algo que las personas deben tener y nada
más; a lo mucho, les sirve para descargar la conciencia,
para estar bien con Dios. Tanto así, que
muchos ni siquiera alimentan una firme convicción
en aquello que profesan, albergando serias
dudas respecto de Dios y de la continuidad de
la vida después de la muerte. Pero cuando tales
personas son sorprendidas por un gran problema,
una desastrosa caída financiera, la pérdida
de un ser querido, una enfermedad incurable (hechos
que suceden en la vida de todos) no encuentran
en sí mismas la fe necesaria, ni la comprensión
para enfrentar el problema con coraje
y resignación, cayendo invariablemente, en la desesperación.
El conocimiento espírita nos abre una visión
amplia y racional de la vida, explicándola de una
manera convincente y permitiéndonos iniciar una
transformación íntima, aproximándonos a Dios.

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