Interpretación de fragmentos de la Biblia según Allan Kardec
No se turbe vuestro corazón. - Creéis en Dios, creed también en mi. -
"En la casa de mi padre hay muchas moradas". Si así no fuera, yo os lo hubiera dicho: Pues voy a aparejaros el lugar. - Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en donde yo estoy estéis también
vosotros. (San Juan, cap. XIV, v. 1, 2, 3).
Diferentes estados del alma en la erraticidad
La casa del Padre es el universo; las diferentes moradas son los mundos que circulan en el espacio infinito y ofrecen a los espíritus encarnados estancias apropiadas a su adelantamiento.
Independiente de la diversidad de mundos, estas palabras pueden también entenderse del estado feliz o desgraciado del espíritu en la erraticidad. Según esté más o menos purificado y desprendido de los lazos materiales, el centro en que se encuentra, el
aspecto de las cosas, las sensaciones que experimenta, las percepciones que posee,varían hasta lo infinito; mientras que los unos no pueden alejarse de la esfera en que
vivieron, los otros se elevan y recorren el espacio y los mundos; mientras que ciertos espíritus culpables van errantes en las tinieblas, los felices gozan de una claridad resplandeciente y del sublime espectáculo del infinito; en fin, mientras que el malo atormentado por los remordimientos, por los pesares, muchas
veces solo, sin consuelo y separado de los objetos de su afecto, gime bajo el peso de los sufrimientos morales, el justo, reunido con los que ama, saborea las dulzuras de una indecible felicidad. También allí hay diferentes moradas, aun cuando no estén
circunscritas ni localizadas.
Diferentes categorías de mundos habitados
De la enseñanza dada por los espíritus resulta que los diversos mundos están
en condiciones muy diferentes los unos de los otros, en cuanto al grado de adelanto o de inferioridad de sus habitantes. Entre ellos los hay cuyos moradores son inferiores aún a los de la tierra, física o moralmente; otros están en el mismo grado y otros les son más o
menos superiores en todos conceptos. En los mundos inferiores, la existencia es enteramente material, las pasiones imperan soberanamente, la vida moral es casi nula.
A medida que ésta se desarrolla, la influencia de la materia disminuye, de tal modo, que en los mundos más adelantados, la vida, por decirlo así, es enteramente espiritual.
En los mundos intermediarios hay mezcla de bien y de mal, predominio del uno y del otro, según el grado de adelanto. Aun cuando no pueda hacerse una
clasificación absoluta de los mundos, sin embargo, se hace atendido a su estado y a su destino y basándose en sus grados más marcados, dívidiéndolos de un modo general como sigue, a saber: mundos primitivos, afectos a las primeras encarnaciones del alma
humana; mundos de expiación y pruebas, en donde el mal (ignorancia) domina; mundos regeneradores, en donde las almas que aun no tienen que expiar adquieren nueva fuerza, descansando de las fatigas de la lucha; mundos felices, en donde el bien
sobrepuja al mal, y mundos celestes o divinos, morada de los espíritus purificados en donde el bien reina sin mezcla alguna.
La tierra pertenece a la categoría de los mundos
de expiación y de pruebas, y por esto el hombre está en ella sujeto a tantas miserias.
Los espíritus encarnados en un mundo no están sujetos a él indefinidamente, ni cumplen tampoco en él todas las fases progresivas que deben recorrer para llegar a la
perfección. Cuando han alcanzado en un mundo el grado de adelanto que él permite, pasan a otro más avanzado, y así sucesivamente hasta que han llegado al estado de
espíritus puros; estas son otras tantas estaciones, en cada una de las cuales encuentran elementos de progreso proporcionados a su adelanto. Para ellos es una recompensa el pasar a un mundo de orden más elevado, así como es un castigo el prolongar su
permanencia en un mundo desgraciado, o el ser relegado a un mundo más desgraciado aun que aquel que se ven obligados a dejar cuando se obstinan en el mal.
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