Uno de los preceptos centrales de la religión tibetana se basa en el concepto de reencarnación, lo cual incorpora a la muerte no como el fin de todas las cosas, sino como una etapa esencial de la evolución humana. Las traducciones más divulgadas del Bardo Thodol (a las que pueden agregarse otras tres: la de Giovanni Tucci, la de Eva K. Dargyay y la mancomunada de Stephen Hodge y Martin Boord) ponen en primer plano rituales a ser practicados con los difuntos, en especial una serie de recitados que tienen por finalidad guiar al fallecido hacia la consumación del nirvana en otras órbitas. Caso contrario, volverá a encarnar en este mundo de los seres pasibles de sufrimiento.
En tibetano, bardo significa entre dos, estado intermedio o zona de transición. En el contexto más estricto, se asume como el interludio entre el acto de morir y la asunción de la vida siguiente.
Las enseñanzas de Padma Sambava se inscriben en una de las tres grandes corrientes budistas, la Vajrayana (budismo Tántrico o Esotérico). Llamada también "vehículo de diamante", recurre a conjuros, rituales altamente sofisticados, símbolos y la adquisición de poderes sobrenaturales, a fin de alcanzar el estado de Iluminación. Todas estas técnicas psicofísicas se transmiten oralmente del maestro al discípulo, no hay manuales integrales al respecto. Los existentes son insuficientes sin la enseñanza oral. El practicante se identifica con Buda y puede alcanzar la Iluminación en una sola vida. Las prácticas tántricas se caracterizan por la inclusión de la vida sexual (shakti). Thurman propone que etimológicamente, Tantra significa red y establece una concordancia entre el mundo exterior y el interior, entre las deidades y los seres comunes. Las doctrinas tántricas detallan prácticas rituales en pos de realidades supremas. Así mismo, en tibetano el Tantra se conoce como rgyud, que significa continuidad.
Las otras dos corrientes son el budismo Hinayana (o Theravada), denominado "pequeño vehículo", que enfatiza la austera vida individual en el seno de un monasterio como manera de emular a Buda (quien desechó el ascetismo extremo), conquistar la santidad mediante la práctica meditativa y extinguir el deseo y los residuos kármicos al final de la vida. El karma es una ley de la causa y el efecto: todas las acciones positivas o negativas pesan sobre cada individuo y lo condicionan a sufrir sus consecuencias durante una o varias existencias. El objetivo espiritual consiste en librarse del cielo de las existencias.
En cambio, el budismo Mahayana o "gran vehículo" no admite la liberación personal como objetivo exclusivo y se aboca con la compasión como herramienta altruista principal a avanzar hacia la Iluminación junto a los semejantes, todas las vidas que haga falta.
En las prácticas Vajrayana se identifican seis bardos: 1. el proceso del fallecimiento (intervalo desde el instante en que el individuo comienza a morir hasta que tiene lugar la separación de la mente y el cuerpo) y la eventual percepción de la Luz Clara (naturaleza búdica); 2. las visiones apacibles e iracundas (proyecciones de la mente humana que toman características de deidades del cielo o del infierno, semejantes a los estados psicodélicos); 3. período de devenir o renacimiento (donde la conciencia desciende y la mente -por la fuerza del karma- asume un nuevo cuerpo donde nacer: el budismo no postula la continuidad de una entidad que se reencarna sino que habla del renacimiento de un flujo de conciencia o emanación en un nuevo cuerpo); 4. la transición entre el nacimiento y la muerte (la conciencia común, despierta en la vida corriente); 5. el estado de sueño (lo que se experimenta cuando se duerme); y 6. la concentración meditativa (estabilidad durante los ejercicios de introspección).
Lo singular del Bardo Thodol en su versión integral (con los votos y plegarias) es que deja de ser un manual funerario y se vuelve una guía para el acto de vivir. En todo momento de su crecimiento y evolución como ser humano, cada individuo muere en relación a su pasado, deja atrás facetas de su ego antiguo, y si no lo hace le resultará imposible encontrar su lugar en la nueva vida espiritual que le cabe como iniciado.
Por eso el lama Govinda resalta que todos los que están ilustrados sobre la filosofía budista reconocen que el nacimiento y la muerte no son fenómenos que ocurren una sola vez en la vida; se producen ininterrumpidamente. En cada instante algo muere en nosotros y algo renace. Por lo tanto, los diferentes bardos representan distintos estados de conciencia en nuestra vida. El estar despierto con la conciencia normal de haber nacido en el mundo humano, el estado de inmersión en el sueño, el trance durante la. meditación profunda, la experiencia de morir, la experiencia de la realidad, la experiencia de renacer. Hay mucho para hacer en esta vida, que no se trata de una misa por los muertos, cosa a la cual se redujo al Bardo Thodol en los últimos tiempos. La obra se dirige no sólo a quienes ven que se aproxima el final de su vida, o que están cerca de la muerte, sino a quienes todavía tienen muchos años de vida encarnada, y que, por primera vez, advierten el significado de su vida como seres humanos. Nacer como ser humano es un privilegio, según la enseñanza de Buda, porque ello ofrece una rara oportunidad de: liberación a través del propio esfuerzo decisivo, a través de un darse vuelta en el profundísimo asiento de la conciencia.
fuente: Credo tibetano del nacer y del morir Padma Sambava.
fuente: Credo tibetano del nacer y del morir Padma Sambava.
No hay comentarios:
Publicar un comentario